sábado, septiembre 01, 2012

Uno de tantos días en mi ciudad.

Aceleré cuando el semáforo cambio a verde, y es que ese maldito no dura nada en verde y siempre me deja a mitad de camino, precisamente dondé están las vías del tren. Luego luego pasando las vías que vislumbro un Oxxo, y decidí detenerme a comprar un jugo o un agua. A peser de ser apenas las 11 am tenía mucha sed por el calor quémante de nuestra ciudad. Me estacioné y baje del carro. Casi llegando a la entrada se me acercarón dos niños como de 6 años y al fondo escuche que una jovencita de unos 16 años me decia -ayúdeme con algo para comer joven. Con ella estaban otros 3 niños que oscilaban entre 4 y 8 años. Uno de ellos dijo con una vocecita lastimosa - tengo mucha hambre, quiero comer. A lo qué la joven le respondió -Esperate ahorita comemos.

Chingao, no acostumbro dar dinero a gente en las calles pero ese pinche chamaco me ganó. Metí la mano a mi bolsillo izquierdo -el bolsillo donde siempre traigo las monedas- y saqué todo lo que traía ahí, que eran 31 pesos.  Se los dí sin decir nada, solo me metí a la tienda, me dió un sentimiento gacho de esos que a veces no sabes explicar.

Ya en la tienda tomé un jugo de manzana helado y fuí a pagarlo. Mientras me daban mi cambio observé por el ventanal como llegaba un señor de lentes como de unos 50 años y alejado del montón de chamacos al otro lado del estacionamiento se quedó como esperando que uno de ellos se le acercára. Cuando salí de la tienda un chamaco ya estaba con el y a propósito pasé caminando despacio por donde estaban. Alcancé a escuchar que el señor le preguntaba -¿Cuánto llevan?, pero al percatarse que pasaba yo, se quedó callado. Me subí al carro y ví como el niño iba con la joven a decirle algo y luego volvia con el señor como llevandole el mensaje. 

Me les quedé viendo mientras arrancaba el carro y le daba un trago a mi jugo. Metí la primera y salí del estacionamiento pensando cientos, miles de cosas.