martes, julio 07, 2015

El Tácua.




Solíamos ir a las luchas de la arena solidaridad (ahora José Sulaiman) todos los martes. Eran un derroche de golpes, risas, alaridos, cerveza y sobre todo amistad ¿quien puede resistirse a eso?. La lucha libre tiene esa magia que solo se encuentra en contadas cosas mexicanas, pues aunque es circo, maroma y teatro como dicen algunos, representa la lucha del bien contra el mal de una forma tan envolvente que nos hace sentirnos como cuando de niños le gritábamos a la pantalla de cine para que El Santo o Indiana Jones o Batman  nos escucharan y así ayudarlos en sus aventuras. Casi siempre estas luchas estaban llenas de personajes locales poco conocidos y al final (en la lucha estelar) dos o tres luchadores de renombre (de los buenos, decíamos nosotros) pues ya los conocíamos por televisión. Esa noche las acciones transcurrieron a pedir de boca, griterío por un lado, mentadas de madre por el otro, la señora gorda de la tercera fila (que siempre asistía) se encaraba con los luchadores más bragados sin el menor atisbo de miedo, cosa que nos hacia a todos romper en risotadas mientras una que otra cerveza volaba por los aires. En la lucha de los exóticos ya había habido dos o tres besos atestados al público y en la semifinal las cosas se pusieron de a peso, pues un luchador subió hasta las gradas a su contrincante y desde ahí lo lanzó al piso, provocando que no se levantara en un buen rato. Para la gran lucha final ni más ni menos que luchadores reconocidos como Pierroth y Psicosis hacían su arribo, acompañados por El Tacua, luchador local que aunque era rudo no hacia más que darnos risa porque parecía todo menos luchador: alto pero bofo, con traje de mesero y melena descuidada. Ya la gente estaba "calientita" y todo les celebrábamos, pero en este mundo también hay malas leches y se le enseñaron gacho al luchador local, varias veces lo sacaron del ring y en una de esas se estrello gacho contra el filo del ring. Estábamos en primera fila y vimos que ese golpe o estuvo mal calculado o realmente fué con saña, el Tacua tardo mucho en levantarse hasta que vinieron a ayudarlo y para eso ya había terminado la lucha. Como todos sabemos este deporte no esta regulado ni cuenta con las mínimas condiciones de seguridad, tanto así que han muerto luchadores por negligencias de los mismos organizadores. Al finalizar la función y ya estando afuera de la arena vimos que alguien se nos acercó, era el Tacua ya con ropa de civil quien adolorido nos saludó y nos preguntó como nos había parecido la lucha, nos comentaba que se había lesionado un hombro y tenía que atenderse, al parecer les pagaban tan poco que ni para la curación le alcanzaba pero pues el amaba el deporte, así que si teníamos una moneda que sobrara le ayudaríamos mucho. De paso nos invitaba a su boda, pues ya se iba a casar pero apenas andaba juntando dinero para el festejo. Y chale, no pude evitar sentir un nudo en la garganta, son momentos de mucho contraste. Después de eso me perdí entre las máscaras multicolores que vendían fuera de la arena y los efectos del alcohol que ya llevaba acumulado en la sangre.