Una confesión

Hay algo que debo confesarle al apreciable lector: soy casado.

Todavía recuerdo aquella kermesse que se llevo acabo en la iglesia San Juditas Tadeo hace más de 20 años, donde había juegos mecánicos, lotería, tiro al blanco, el jueguito ese de las botellas y los aros etc. Las comidas giraban por el orden de hamburguesas, enchiladas, sopes, flautas y demás, (todas ellas preparadas obviamente por señoras de la colonia), había también una casa embrujada improvisada, una cárcel, y por supuesto casamientos.

Yo como siempre, apuesto y con gran porte, no escape a que alguna de las féminas de la colonia que rondaban en la kermesse quisiera contraer nupcias conmigo, así que sin darme cuenta me agarraron y me llevaron para lo del casorio. Y como todo niño wey me daba vergüenza sin darme cuenta que la yoya (una muchachita que me llevaba como 8 años porque ella ya tenia como 15) era quién quería casarse conmigo, y que había un chingo de pulserines de su edad que si se querían "casar" con ella. En fin, yo fui el ganón.

Ahora cuando me la encuentro (por cierto sigue muy guapa) ya no me da vergüenza, nomas me acuerdo que estamos casados jeje, y eso si, le sigo teniendo el mismo miedo a casarme.

Seguiremos con más historias infantiles.
Hasta pronto.